La historia de MARTA ROGGIERO comenzó gracias a la irrupción de un hombre que no es recordado con un nombre pero sí con un profundo afecto y agradecimiento por empujarla a lograr un sueño. Se trata de un señor que una tarde entró con una valija a la perfumería de los padres de Marta para vender bijouterí. Ella estaba en el mostrador del negocio y se mostró muy interesada por sus productos. Era tal su curiosidad, que tras una larga charla y ya con mayor confianza le comentó que le parecían “un poco caros” a lo que el hombre le sugirió: “¿Por qué no piensa en hacerlo usted?” y se fue del local no sin antes dejarle una serie de datos útiles sobre la profesión. Al día de hoy, Marta recuerda que no compró nada ni volvió a ver nunca más esa persona pero reconoce que fue de vital importancia para su futuro y el de su familia.
“Fue el disparador. Siempre me pregunto quién lo mandó. Nunca antes había imaginado hacer algo de esa naturaleza, pero cuando me di cuenta que la idea me había gustado me empecé a mover para darle forma y empecé a buscar proveedores”.
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EMPRENDER DERRIBANDO PREJUICIOS
Los comienzos de su emprendimiento fueron un tanto difíciles. La búsqueda de materiales se hizo ardua y Marta sentía que por su condición de mujer no era valorada en el rubro. “Creo que me menospreciaban un poco y que me decían las cosas como de lástima. No les entraba en la cabeza que una mujer pudiera desarrollar un proyecto comercial y continuarlo”.
Sin embargo, Marta no se acobardó y lejos de abandonar su idea, trató de sacar provecho de todo lo nuevo que se le iba presentando. Prestaba particular atención a cada respuesta que recibía ante sus inquietudes en una época en que no existían blogs no tutoriales de Youtube. Aprendió a base de intuición y alentada por sus ganas.
La primera línea que lanzó fue simple y el primer local de venta fue la perfumería de sus padres. Allí Marta le dio curso a su sueño. “Me sentí muy feliz cuando vendimos las primeras unidades y tiempo después me contacté con un señor que vendía otra mercadería y le di mis productos para que los sume a su negocio”.
CREAR PARA CRECER
El crecimiento se dio tiempo más tarde cuando Marta se dio cuenta que necesitaba sumar aros a sus productos. Buscó proveedores pero no la convencía la idea de comprar lo que otro fabricaba y dio con una persona que le ofreció venderle todo su taller. Así comenzó su proceso de creación aunque la apertura de importaciones hizo que no dure mucho.
“Los primeros años de la década del 90 los trabajé con mucho entusiasmo y fue una época de mucho desarrollo pero cuando iba a ver a los clientes me decían que no tenían alternativa y que les convenía vender más los productos importados a menor valor. Así que con mucho dolor tuve que tomar la decisión de dejar de fabricar. Fue un momento que me marcó mucho por todo el desarrollo que había hecho, el aprendizaje y todo lo que había invertido. Sentí que me serrucharon las piernas”.
ALTERNATIVAS A LA CRISIS
Las condiciones económicas del país hicieron que Marta pasara de tener su propio taller a no tener nada en poco tiempo, pero una vez más decidió no darse por vencida. Pensó que si no lo podía hacer de la manera que ello lo imaginó, tal vez lo podía hacer de otra y ahí apareció la alternativa de empezar a buscar en el exterior algo para continuar. Tras superar los miedos iniciales vino la investigación, el análisis del negocio y ahí se dio cuenta que podía llegar a hacer desarrollos similares al que estaba haciendo a nivel local.
De sus observaciones concluyó en que el mercado de las farmacias estaba muy desatendido y que al producto casi no se le daba importancia, entonces pensó en presentarlo de otra manera incorporando accesorios para el pelo. “Sin darme cuenta que iba a ser mi rampa de despegue. El farmacéutico se dio cuenta que era un artículo que se vendía y la marca ganó identidad”.
MARTA ROGGIERO tuvo un muy buen desarrollo hasta que una nueva crisis volvió a golpearlos en 2001. “Hubo gente que no pudo pagar, gente que pagó como pudo y sólo el 5% pagó en término para que podamos seguir. Estábamos en cero. El problema mayor era qué hacer con el personal. Si los despedíamos, los condenábamos a no comer porque en ese momento no había trabajo de ningún tipo. Entonces empezamos a trabajar día por medio y repartimos entre todos las ganancias para salir entre todos adelante”.
UN PASO AL FUTURO
La empresa salió adelante y la familia se unió para sacar el negocio a flote. Con el tiempo se sumaron a la compañía de Marta, su marido Eduardo y sus dos hijos. Eduardo aportó su experiencia previa en firmar multinacionales para desarrollar la marca y sus hijos llevaron frescura y nuevas ideas a sus líneas pero siempre respetando el espíritu inicial.
“Siempre pensé el producto para que a mí me generara algo de placer y que la persona que lo comprara se sintiera feliz. Con eso estoy completamente hecha” sostiene desde sus inicios hasta la actualidad Marta.
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