Antonio comenzó a trabajar de adolescente con su padre vendiendo hilos de atar y papel kraft, hasta que un inesperado cambio en la demanda del mercado lo obligó a reinventarse.


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La llegada del polietileno lo cambió todo y Antonio tuvo que reinventarse. De vender hilos de atar pasó a vender cintas adhesivas

Comenzó como vendedor en la calle, luego fue distribuidor exclusivo de una multinacional, hasta que decidió independizarse.

La necesidad de crecer y superarse lo llevó a convertirse en importador y cuando transitaba esa nueva etapa, la crisis del 2001 casi termina con su incipiente empresa.

Luego de muchos años de esfuerzo y de pasar de importador a distribuidor se dio cuenta que le faltaba tener su propia marca para poder crecer y posicionarse en el mercado sin depender de nadie.

Con el olfato más entrenado, Antonio hizo una jugada arriesgada, creyendo que en el 2009 se iba a asomar una crisis en las importaciones decidió cambiar la dirección, apostar casi todo su capital a la compra de máquinas y de esa forma volver a fabricar.

La experiencia que dan las caídas y la cintura que solo se adquiere con los años, le permitió salir adelante en un contexto complejo, poder sobrevivir y crecer.

Hoy mira el futuro sabiéndose más preparado y con nuevas metas a alcanzar acompañado de su hija y su yerno en esta aventura de sostener y apostar a una empresa familiar.


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